Durante años, Scrum ha sido aclamado como la solución para los problemas en el desarrollo de software, especialmente al garantizar un seguimiento constante de los avances. Sin embargo, este modelo, que una vez revolucionó la industria, está mostrando sus limitaciones. En mi experiencia como líder de equipos, he visto cómo Scrum ha sido un catalizador para mejorar procesos, pero también cómo su aplicación excesiva puede sofocar la creatividad y la innovación.
Con el auge de Scrum también llegan nuevos roles: el Project Manager o scrum master. Algunos de estos cargos, concebido para organizar el caos, ha evolucionado en algunas organizaciones hasta convertirse en una especie de “policía” corporativa. Aunque dirigir el tráfico de tareas no es intrínsecamente negativo, delegar completamente el crecimiento y la innovación de una empresa en manos de un Project Manager es una receta para la mediocridad. ¿El resultado? Empresas atrapadas en una rueda de producción, incapaces de diferenciarse y condenadas a convertirse en “una más del montón”.
Imagina una ciudad con un tráfico impecable: calles limpias, semáforos sincronizados, todo funcionando como un reloj. Ahora pregúntate, ¿es esto suficiente para hacer de esa ciudad un epicentro de oportunidades? Claramente no. De la misma manera, un equipo perfectamente organizado no garantiza que una organización sea innovadora. Confundir una operación eficiente con una cultura de innovación es un error común que muchos líderes cometen.
La innovación necesita más que orden; necesita espacio para respirar.
En un mundo obsesionado con producir resultados inmediatos, hemos olvidado que imaginar requiere pausa. Innovar es mirar al cielo y dejar que las ideas fluyan libremente, sin la presión constante de mostrar avances tangibles cada día.
Las reuniones diarias (“dailys”) se han convertido en un elemento central de Scrum, pero en entornos de alta creatividad pueden convertirse en un freno. Presionar a los equipos para que reporten avances diarios genera frustración. Imagina a un desarrollador que comienza un experimento a la 1:00 p.m. y, una hora después, debe interrumpir su flujo creativo para una daily. Este ritmo no solo agota, sino que mata la chispa de la innovación.
Los weeklies Como Unidad de Tiempo
En lugar de reuniones diarias, las reuniones semanales (“weeklies”) ofrecen un enfoque más alineado con los procesos creativos. Al permitir más tiempo entre reuniones, los equipos pueden lograr avances significativos.
Una semana brinda el espacio necesario para experimentar y obtener resultados sustanciales.
Sin la urgencia de reportar avances diarios los equipos pueden enfocarse en proyectos de mayor impacto.
Las weeklies permiten reflexionar sobre aprendizajes, retos y nuevas direcciones.
Adoptar una metodología semanal no significa abandonar la estructura, sino equilibrarla con la libertad creativa. Este enfoque permite a las organizaciones mantener un ritmo constante de progreso sin sacrificar la innovación. Si buscas un modelo que priorice la creatividad y el impacto, es hora de dejar atrás las dailys y dar paso a las weeklies. Tu equipo y tu visión te lo agradecerán.